lunes, 29 de julio de 2019

Los locos

Y llegará ese día en que todos nos demos cuenta de que la única razón es entender que la vida es ese manicomio donde todos nos vinimos a encontrar, y que la única amenaza a la cordura cotidiana es no cometer más locuras diarias, esas como ver el sol de frente sin cerrar los ojos, caminar bajo la lluvia sin pensar en el resfrío, tocar el barro con las manos, acariciar a los perros en la calle, abrazar más árboles y sonreír a los extraños como si fuese nuestro mejor vecino. 

Es que ese día en que todos nos volvamos locos de verdad y nos superen los sueños y los ideales, dejaremos de matar al niño, al ser humano perdido en cada uno de nosotros y no habrá sensatez que nos salve, porque habremos escapado a la libertad de nuestro propio manicomio, lejos del encierro de la insensibilidad, de la ignorancia y de todos los miedos juntos.

lunes, 15 de abril de 2019

Me llama tu nombre

Cruza la noche con voz suave y profunda
sus sílabas son dedos que pasan por mi piel
me despierto, abro la ventana a la luz de la luna
y en la penumbra de la madrugada te siento
aunque no sé dónde estás, te escucho
porque otra vez, me llama tu nombre
Eres un eco profundo en mi pecho
me hablas a distancia, en los recuerdos
trato de borrarte, pero no puedo
te olvido, pero de pronto me acuerdo
que fuiste todo y muchas cosas
dejándome tan pocas
Me llama tu nombre
y se queman las líneas de toda identidad
la mía que perdí tras la pasión por ti
encontrándome en tu cuerpo sin perderme
en el sigilo plácido de vernos
de cruzarnos las ganas todo el tiempo
sin límites, desnudos, sin vergüenza
Y cada nuevo día he de escucharte
desde lo más profundo de lo irreconocible
porque no me conozco en esta ausencia
en este dolor de verte en todas partes
sabiendo que no estás en ningún lado
y de escucharte a gritos, que me llamas
Al filo de la tarde, suplico que te calles
que dejes descansarme de este agobio
de que digas mi nombre en la distancia
y que con escucharte no te encuentre
ni en el cielo brillante de los días
ni en la luna plateada de mis noches

lunes, 25 de marzo de 2019

Ella, sin miedos

Ella no le temía a nada
ni a las calles, ni a los pobres
no le asustaba el derroche de los ricos
ni la impunidad de los culpables
no le asustaban los mítines de los mentirosos
ni las promesas de las revoluciones
no le tenía miedo a las traiciones
ni a los golpes imperdibles del destino
tampoco le asustaban las vanas y vacías sociedades
ni las tumbas olvidadas
no le tenía miedo a los despechos
sabiéndose algún día enamorada
Ella no le temía a nada
ni a los adioses
ni a los olvidos
no tenía miedo a los muertos
ni a los vivos
no le asustaban las ratas en los oscuros callejones
ni los gritos de los moribundos bajo las armas
Ella no tenía miedo a las advertencias del pasado
ni a los futuros amenazadores
No tenía temores de perder ni ganar
no le tenía miedo a la vida
sabiendo que algún día moriría
A ella nada le asustaba
ni las soledades
ni las multitudes aberrantes
no le temía a los aullidos
ni a los ojos brillantes en las oscuridades
no le temía a Dios
tampoco a Jesuscristo
ni a los santos piadosos
ni a demonios rebeldes
No le tenía miedo a lagrimas danzantes
ni a llantos compungidos
ni a risas extraviadas de las gentes
A ella
que nada le asustaba
Vivía aterrorizada
de no tener miedo

domingo, 24 de marzo de 2019

Demasiado tímida


Cada mañana al pasar por la esquina cerca de mi casa lo veía. Vestido para ir al trabajo y más tarde a la universidad, vestido de adulto con vestigios de adolescente renuente a dar el siguiente paso hacia la madurez.
Cada día lo veía detenerse en esa esquina, esperando el autobús a su destino. Yo pasaba y él miraba sin mirar realmente mi sombra, estirada e insípida, extraña y tímida, con miedos de meterme en la vida. Mi vestidura de mujer poca llamativa era la misma de siempre cada día, sin más variantes que la mueca de sonrisa escurridiza de mi cara tan ambigua.
Era otro día y mientras él se ahogaba en la belleza que traducían mis ojos, yo me sumergía en la fealdad de mi opinión de mi misma, más aterrorizada que nunca. Su cabello volaba con el viento, sus ojos miraban a muchas partes, pero siempre me excluía, para mi ni la sobra de un reojo. Y su boca, esa boca que gritaba ser besada por la mía. Pobrecita esta existencia mía.
Y sí, seguían pasando los días. Mañana tras mañana por allí yo pasaba y lo observaba tan silenciosa como la inexistencia más ausente y él, sin más nada para mí que su perfil ignorándome días tras días, mañanas una detrás de la otra.
Ese día llovía. Sí, llovía. Corrí refugiada en mi paraguas chapoteando en medio de charcos de aguas fría, fría como su mirada que nunca me miraba. El cielo se ocultaba en un enorme nubarrón gris que bañaba toda la ciudad.
Y él seguía de pie allá en la misma esquina de siempre, sin moverse, esperando el autobús, tranquilamente. Yo corría y con cada salto casi atlético de mis pies me sentía por primera vez en mi vida, bonita, segura, audaz y decidida.
Llegué hasta él, hasta el chico de la esquina y plantada frente a él, seguía sintiendo su indiferencia, separándonos en este momento de valentía y ligereza repentina. Él seguía sin ver y fue cuando pude darme cuenta. Se manifestaba por primera vez su ceguera, sus ojos tan bellos a la traducción de mi mirada seguían sin ver, miraban pero no observaban, sus retinas nubladas era como el mismo cielo vomitando agua.
Que injusticia de la vida, que justo ahora que me atrevía acercarme él, no podía mirarme. Me quedé plantada frente a él, ante la indiferencia de sus ojos ojos sin ver. La lluvia arreciaba y se confundía con mis lágrimas, la esquina estaba demasiada solitaria y el autobús no pasaba.
Las gotas de lluvia hacía un recorrido en cámara lenta desde el cielo hasta el pavimento y mi ropa mojada pesaba tanto como el incómodo momento. Comenzaba a temblar, el frío le ganaba al calor de mi cuerpo y mi valentía comenzaba a desaparecer porque en realidad, nada pasaba.
No sé si fue un gemido quebrado de mi llanto, no sé si fue mi respiración acelerada o mi mano autómata que por fin levantada y temblorosa le tocó el rostro. Dejó de llover y como en una película con imágenes aceleradas, salió el sol y él, el chico ciego de la esquina atrapó mi mano entre la suya y su rostro.
La gente comenzó a aparecer de todos lados tras el cese de la lluvia, el autobús llegó y el chico de la esquina se subió. Llevaba tomada de la mano a la chica que cada mañana sentía pasar, la chica con olor a primavera en el cabello y de caminar musical, la chica a quien hoy se disponía a llamar porque siempre pensó que era demasiado tímida.

Climax de media noche


Frente a frente otra vez
sorbiendo los deseos lentamente
las miradas abrazan
el roce es un preámbulo
de este juego perverso
Me buscas en mi boca
y te encuentro en la tuya
Nuestros cuerpos se hallan mutuamente
siento que ardemos juntos
en el ágil latir de un secreto deseo
Si hay amor no lo sé
solo tengo este fuego
Y así nos desnudamos
sin prisas y sin pausas
nos vamos descubriendo
en las intimidades de la carne
sorbiendo los placeres en nuestros sexos
Y así te vas creciendo
hasta que te sumerges en mi centro
sudores nos abrigan de la luna
el fuego se desborda en nuestros cuerpos
quemándonos las ganas de poseernos
me elevo en un momento
y tú me alcanzas lento
gemidos encrispados cruzan la oscuridad
es casi media noche
y yo me quedo
reposando el sosiego del deseo
sobre tu pecho tibio y al filo del silencio

viernes, 15 de febrero de 2019

Inocencia

Yo era buena
y dejé de serlo el día que abandoné los pañales
ese día parece que dejé de reír con inocencia
la seriedad de aprender a caminar me dominaba
los tropezones sustituyeron el pecho de mi madre
y el miedo a pasar dos horas de hambre no era nada
comparado con una nariz rota
Yo era buena hasta que empecé a correr
e hice de la niñez un maratón sin salidas
de opciones infinitas, entre dudas y decisiones
y bajo el látigo sutil de una amenaza de una vida sin sentido
aprendí a leer hasta que le agarré el gusto
del deseo al masoquismo parece que solo hay escasos segundos
porque empiezas a saber lo que no quieres
y a entender lo indeseado de todos los misterios
Yo era buena
hasta que mis miedos maduraron
y instinto de mantenerme con vida
me obligó a buscar un trabajo
me fue perdiendo con la idea de tener un esposo
hijos, una especie de casita de muñecas donde caben
todas las incongruencias cotidianas, donde los conceptos religiosos
se quedan cortos y las intelectualidades la dominan las rutinas
Yo era buena en tantas cosas
cosía las roturas de mi alma
para que no me lloraran los hilos invisibles
y no se me escaparan por ojales todas esas posesiones
que no eran mías ni de nadie
cada día contaba las estrellas
y la luna me rifaba cada una de ellas
hasta que aprendí que más vale brillar
que quedarme estrellada
Yo era buena
como cualquier niña, mujer, como cualquier persona
me jugaba las cartas de la vida
escondiendo debajo de la alfombra la baraja de la muerte
Yo era buena
y mi trabajo consiste en reafirmar la bondad
de creer en el pragmatismo de las buenas obras
porque sin rezar creo que veo a Dios a cada rato
y a veces tengo el cielo solo para mí sola.

La teoría del día

No existen días malos, ni mejores, ni buenos, existen días matizados por lo que queremos y lo que ocurre. Días llenos de momentos inesperados, que tuercen la trama de nuestros planes y que sin embargo definen nuestra vida diaria en hechos que no necesariamente tenían que pasar por algo. Son días aletargados, días fugaces que se mezclan con el viento y nos silban al oído peripecias cotidianas, que se multiplican, nos restan, nos suman, también nos dividen y luego se desaparecen. Son días particulares que nos vuelven partículas para formarnos la mente y el espíritu, son días de mucha gente, de ausencias, con alegrías, de soledades elegidas, de despedidas y encuentros. Son días efímeros y esenciales, con complejidades que superan la simpleza de una mirada y retumban por encima del latido del corazón. Son días como cualquiera, que llegan y se van, nos van buscando y nos van llevando. Son días determinantes que no determinan cosas puntuales, porque son variables y hasta matemáticos, puesto que a muchos nos gusta contarlos aunque no cuenten. Son días para vivir aunque no te quede aliento y correr aunque nos falte a veces un poco de vida. Así suelen ser los días, teóricamente hablando.

Los locos

Y llegará ese día en que todos nos demos cuenta de que la única razón es entender que la vida es ese manicomio donde todos nos vinimos a enc...