viernes, 15 de febrero de 2019

La teoría del día

No existen días malos, ni mejores, ni buenos, existen días matizados por lo que queremos y lo que ocurre. Días llenos de momentos inesperados, que tuercen la trama de nuestros planes y que sin embargo definen nuestra vida diaria en hechos que no necesariamente tenían que pasar por algo. Son días aletargados, días fugaces que se mezclan con el viento y nos silban al oído peripecias cotidianas, que se multiplican, nos restan, nos suman, también nos dividen y luego se desaparecen. Son días particulares que nos vuelven partículas para formarnos la mente y el espíritu, son días de mucha gente, de ausencias, con alegrías, de soledades elegidas, de despedidas y encuentros. Son días efímeros y esenciales, con complejidades que superan la simpleza de una mirada y retumban por encima del latido del corazón. Son días como cualquiera, que llegan y se van, nos van buscando y nos van llevando. Son días determinantes que no determinan cosas puntuales, porque son variables y hasta matemáticos, puesto que a muchos nos gusta contarlos aunque no cuenten. Son días para vivir aunque no te quede aliento y correr aunque nos falte a veces un poco de vida. Así suelen ser los días, teóricamente hablando.

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