Ella no le temía a nada
ni a las calles, ni a los pobres
no le asustaba el derroche de los ricos
ni la impunidad de los culpables
no le asustaban los mítines de los mentirosos
ni las promesas de las revoluciones
no le tenía miedo a las traiciones
ni a los golpes imperdibles del destino
tampoco le asustaban las vanas y vacías sociedades
ni las tumbas olvidadas
no le tenía miedo a los despechos
sabiéndose algún día enamorada
ni a las calles, ni a los pobres
no le asustaba el derroche de los ricos
ni la impunidad de los culpables
no le asustaban los mítines de los mentirosos
ni las promesas de las revoluciones
no le tenía miedo a las traiciones
ni a los golpes imperdibles del destino
tampoco le asustaban las vanas y vacías sociedades
ni las tumbas olvidadas
no le tenía miedo a los despechos
sabiéndose algún día enamorada
Ella no le temía a nada
ni a los adioses
ni a los olvidos
no tenía miedo a los muertos
ni a los vivos
no le asustaban las ratas en los oscuros callejones
ni los gritos de los moribundos bajo las armas
Ella no tenía miedo a las advertencias del pasado
ni a los futuros amenazadores
No tenía temores de perder ni ganar
no le tenía miedo a la vida
sabiendo que algún día moriría
ni a los adioses
ni a los olvidos
no tenía miedo a los muertos
ni a los vivos
no le asustaban las ratas en los oscuros callejones
ni los gritos de los moribundos bajo las armas
Ella no tenía miedo a las advertencias del pasado
ni a los futuros amenazadores
No tenía temores de perder ni ganar
no le tenía miedo a la vida
sabiendo que algún día moriría
A ella nada le asustaba
ni las soledades
ni las multitudes aberrantes
no le temía a los aullidos
ni a los ojos brillantes en las oscuridades
no le temía a Dios
tampoco a Jesuscristo
ni a los santos piadosos
ni a demonios rebeldes
No le tenía miedo a lagrimas danzantes
ni a llantos compungidos
ni a risas extraviadas de las gentes
A ella
que nada le asustaba
Vivía aterrorizada
de no tener miedo
ni las soledades
ni las multitudes aberrantes
no le temía a los aullidos
ni a los ojos brillantes en las oscuridades
no le temía a Dios
tampoco a Jesuscristo
ni a los santos piadosos
ni a demonios rebeldes
No le tenía miedo a lagrimas danzantes
ni a llantos compungidos
ni a risas extraviadas de las gentes
A ella
que nada le asustaba
Vivía aterrorizada
de no tener miedo
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