Ellos no tocan lo palpable
Se van sintiendo con la mirada
El sol los descubre con su máximo esplendor
La oscuridad burlona los acecha
Los túneles de hastío los persiguen
Anhelos y apegos,
forjaron su destino
Ellos los saben y siguen escondidos
Dicen que sí temiendo estar vencidos
Ellos no lloran, ríen de mentira sus verdades
Mienten a gritos en caricias como aullidos
Ellos se juntan, se mezclan, se atraviesan y tocan
Se derriten, se funden, se transforman
Se descubren, se ocultan
Ellos se asombran de la semilla formada
Luchan por las raíces esperando pronto los tallos y las
hojas
Ellos no duermen, tampoco se despiertan
Dejan secar las rosas, sus pétalos inertes y fríos
Son esclavos del temor y amos de la añoranza
Tienen el poder pero no tienen la confianza
Ellos están en el paraíso y arden en un absurdo infierno
Piensan siempre, pero siguen inconscientes
Sueñan con cosas grandes mientras el tiempo se les
escurre
Ellos aprietan sus manos hasta sangrarlas para no perder
las pequeñeces
Están ahogados en la mísera gota de su amor
Siguen corriendo tras todo lo que van dejando atrás
Ellos están inundados de claridad, pero ciegos de
infelicidad
Gritan a Dios y Él se carcajea desde algún lado
Cubren sus oídos para escapar callar la voz de sus
pensamientos
Jamás pudieron cultivar las rosas
el alma se les desgarra en las espinas
muerden la tierra en el deslave de sus desazones
Se tragan entre sí por debajo del polvo
Ellos ven al solitario fruto de tan dulce desventura
la amargura se cierne sobre ellos como sombra
él lleva los hombros livianos de destinos
ella los ojos pesados por las lágrimas
se perdieron y ya no se pueden buscar en el fondo